Turisteando en Los Ángeles
Una escapada memorable a Los Ángeles
Para celebrar el cumpleaños número cincuenta (puedo decir el número porque sé que ella no lee español) de una buena amiga, un grupo de ocho amigos fuimos de turistas a Los Ángeles. Me hicieron caminar como si tuviera muchos años menos y cargara muchos kilos menos. Al día siguiente amanecí adolorido, pero el viaje fue memorable.
Redescubriendo una ciudad vecina
Es curioso cuánto se puede descubrir en una ciudad vecina. Caminamos mucho, ¡muchísimo! Unos policías a caballo, viéndonos la cara de turistas, nos preguntaron de dónde veníamos. Sonrieron cuando explicamos que de la lejana tierra del Condado de la Naranja… (por la costa, desde Tijuana hacia el norte, el primer condado es San Diego, el segundo Orange y el tercero Los Ángeles… luego vienen otros seis antes de llegar a San Francisco).
Por más que les explico a mis amigos mexicanos que vivo en el condado de Orange, en la ciudad de Brea, la mayoría sigue pensando que vivo en Los Ángeles.
El viaje en tren
Hicimos el viaje en tren, cada quien abordando en la estación más cercana a su casa. Yo me subí en Fullerton, una ciudad no muy grande, con muy buenas universidades. El destino final fue Union Station, en el centro de Los Ángeles. Hay muchas películas en las que al menos parte de la trama se desarrolla ahí, entre ellas Vivir y morir en Los Ángeles, Blade Runner, Batman: El caballero de la noche asciende y Pearl Harbor.
La estación está llena de historia más allá de Hollywood y, al parecer, fue tomada como modelo para muchas otras estaciones de tren en todo el país de los gringos.
Primera escala: el Distrito de las Artes
Nuestra primera parada fue el Distrito de las Artes, una zona industrial semiabandonada que está siendo recuperada por artistas, muchos de ellos chicanos. Muchas banquetas están ocupadas por lo que aquí llaman homeless, que Google traduce como ‘sin hogar’.
Es deprimente ver lujosos edificios de apartamentos frente a los cuales hay tiendas de campaña junto a carritos de supermercado que contienen todas las posesiones de los olvidados del imperio, muchos de los cuales tienen discapacidades, sobre todo mentales.
Segunda escala: cervecería artesanal
Nuestra segunda escala fue una fábrica de cerveza o brewery, lo que en México llaman cervecería artesanal. Una de las cervezas se llama Fuego y en verdad sabe a jalapeños. No todos los gringos pueden tomar algo tan picante. Uno de mis amigos dice que se toma un trago, se enchila, y necesita otro trago para quitarse lo enchilado; se toma otro trago, se vuelve a enchilar, y así se va…
Las cervecerías están de moda; surge una nueva a cada rato y son el paraíso de los amantes de la cerveza. La ciudad de Anaheim (en el condado de Orange) quiere convertirse en la capital de la cerveza y, para lograrlo, ha dado exenciones de impuestos a este tipo de negocios.
Como muchas de las nuevas cervecerías están en zonas industriales y a uno le da hambre a la hora de tomarse una cerveza, los camiones de comida también se han vuelto muy populares. Se estacionan afuera de la cervecería y venden su especialidad. Vi uno que se llama El Camión del Tocino, donde todo está frito, cubierto y/o relleno con tocino. Hay otros camiones que solo venden sushi, otros de comida mexicana y otros de salchichas alemanas.
Si no te gusta lo que venden, pues ni modo: no hay otro restaurante cerca. Y los gringos no saben lo que es la maravilla de las muy variadas botanas en las cantinas de México.
Tercera escala: Little Tokio
La tercera parada fue en Little Tokio o Pequeño Tokio. Unas cuantas cuadras donde todo es japonés: las tiendas de comida, las de ropa, juguetes y dulces; los restaurantes y los vendedores; todo japonés.
Yo ya había estado por ahí con mi mujer y mis hijas. Es interesante. Me gustaría caminar por el verdadero Tokio algún día, pero esta vez tenía más interés en caminar por el verdadero Los Ángeles.
Cuarta escala: Grand Central Market
Nuestra cuarta escala fue el Grand Central Market o Gran Mercado Central, en la calle Broadway, en una zona que uno se imagina como más típica de Los Ángeles. Aquí conviven pupuserías salvadoreñas, pizzerías italianas y taquerías mexicanas con salchichonerías alemanas y restaurantes vietnamitas, chinos y japoneses.
Encontré una cevichería mexicana llamada La Tostadería. Hay pasillos donde uno se siente como si estuviera en México y otros donde uno se siente muy lejos de México.
Un momento muy nuestro
No recuerdo el nombre de la canción, pero un pianista ciego, paisano, estaba cantando algo de la trova romántica. Yo me puse a cantar con él y mis pobres amigos gringos se la tuvieron que aventar completa. Lo mexicano lo trae uno muy dentro, y basta una canción o una tostada para que la nostalgia nos invada.
Rumbo al sur, con prisa
La idea era visitar otros lugares, pero el último tren rumbo al sur sale a las seis. Alguien nos dijo que el boleto de tren que habíamos comprado servía también para subir al metro. No perdí la oportunidad de decir que las estaciones del metro en la Ciudad de México son más bonitas que la de Los Ángeles que me tocó conocer.
Los vagones son muy similares, pero iban prácticamente vacíos. Para darse una idea, el metro de Los Ángeles tiene 80 estaciones y da 113 millones de servicios al año, mientras que el de la Ciudad de México tiene 195 estaciones y 1,609 millones de servicios al año: casi seis veces más servicios por estación.
Dato curioso del metro angelino
Cabe anotar, como dato curioso, que durante los primeros 20 años de servicio, el metro de Los Ángeles no validaba los boletos. Usaban el sistema de honor… y perdían muchos millones de dólares cada año. Ahora sí se verifica.
Regreso a casa
Vuelta a la Union Station y al tren rumbo a casa.
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