La Urna

88 de arriba para abajo, de abajo para arriba y hasta de lado 88 sigue siendo 88. Creciendo en mi querida Córdoba cazabamos mariposas, una de las que yo consideraba más bonitas tenía un 88 en cada ala, las llamábamos las ochenta y ocho, pero esa es otra historia. Corría el año 88 del siglo pasado… muchos de mis amigos se resisten a que les llame viejos, pero si mi historia comienza con ‘corría el año 88 del siglo pasado’ no hay de otra. Estamos viejos.

La historia que voy a contar puede ofender a mis amigos priistas y a mis amigos panistas (no creo que sean muchos). Obviamente no es representativa de todo el sistema electoral mexicano ni de la actitud de los partidos. Representa únicamente lo que nos pasó a mi amiga Isabel y a mí. Normalmente no me disculpo por anticipado pero hoy amanecí de buenas.

En 1988 el Ingeniero Heberto Castillo era candidato a la Presidencia de la República por el Partido Mexicano Socialista PMS, del que ya pocos han de acordarse. Me tocó ir a verlo a un mitin y, al final, platicar con él, me pareció un hombre justo y honrado con ganas de trabajar por un México mejor para todos.

En esa época yo trabajaba para el Ayuntamiento de Cajeme que estaba en manos priistas, recuerdo haber llevado mi camiseta del PMS esperando que me corrieran pero nadie le dio mucha importancia al asunto.

El caso es que por primera vez en la historia de México moderno, la izquierda tenía posibilidades de llegar al poder con Cuauhtémoc Cárdenas. El Ingeniero Castillo y el PMS se aglutinaron en el Frente Democrático que se convertiría en el PRD, en apoyo de Cárdenas.

Yo compartía un departamento muy barato y parte de mi sueldo se iba a pagarle a una señora a quien siempre llamamos ‘la Doñita’, que nos ayudaba a mantener la limpieza. La doñita hacia unos chilaquiles de alucine y fue la que me hizo probar el chorizo de soya, era la pura buena onda, en los últimos días de la quincena hasta cigarros me compraba… un buen día me dijo que iba a votar por Cuauhtémoc Cárdenas, ella me hizo cambiar al ingeniero Castillo por el ingeniero Cárdenas antes de que Heberto se uniera a la campaña del michoacano y es que, al oír que la doñita estaba interesada en política por primera vez en su vida e iba a votar por Cuauhtémoc me dije “¡Vamos a ganar!”.

Llega el día de la elección que muchos recuerdan con el triste nombre de “el día que se cayó el sistema”. Al llegar a votar me encuentro con que mi amiga Isabel es la presidenta de la casilla o representante del frente democrático o algo así, el chiste es que ella se tenía que pasar todo el día en la casilla, decidí quedarme con ella, haciéndole compañía.

Al atardecer llegan unos… ¿Gorilas? No sé cómo llamarlos. Eran dos tipos mal encarados que venían a robarse la urna. Yo nunca he sido héroe, y en esa época estaba bastante flaquillo, muy mal equipado para ponerme a las patadas con dos Sansones por defender una urna. Sin la valentía de Isabel, la cosa hubiera quedado ahí.

Los gorilas toman la urna, mi amiga Isabel no suelta la urna y yo no suelto a mi amiga Isabel. Los gorilas trepan la urna a un carro, Isabel sigue sin soltar la urna y yo sin soltarla a ella pensando “ya nos llevó el tren”. Arranca el carro y ahí te vamos, los gorilas al frente, mi amiga Isabel, la urna y yo en el asiento trasero. Yo creo que los gorilas nunca esperaron encontrar resistencia y que no tenían idea de qué hacer con sus pasajeros. Nos trajeron un buen rato dando vueltas, Isabel y yo intercambiamos miradas en silencio, yo pensaba que iban a encontrar nuestros cuerpos en algún canal del valle del Yaqui y alguien iba a escribir el corrido de los héroes de la democracia.

Finalmente los roba-urnas llaman por radio a su comandante para pedir instrucciones “¿Qué hacemos con la urna?” “¿Cuál urna?” por lo que alcanzamos a entender nadie les mandó a robarse la urna, el robo fue idea de ellos para quedar bien con el jefe. El jefe los pendejea y los manda a regresar la urna a la casilla. Respiro profundo, no nos van a componer un corrido... ¡bien!

Regresamos a la casilla, ya es de noche, los representantes del PRI ya se fueron así que solo quedan los panistas, nosotros y varios amigos que al saber de nuestro secuestro se apresuraron al lugar de los hechos. Después de los abrazos obligados decidimos que está muy oscuro para hacer el conteo de votos en la casilla, y ahí te vamos con los panistas a mi departamento donde llenamos las actas después de hacer el conteo de votos. Para desconsuelo de todos los presentes, el partido ganador resultó ser… ¡el PRI!

Los panistas sugirieron que no habiendo ningún priista presente…. ¡No! Dijimos Isabel y yo. Tanto proteger la democracia para acabar alterando resultados… No, definitivamente no.

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