El funeral de la decencia en EE. UU.

Negación, ira, negociación, depresión y aceptación son las etapas del recorrido que se transita para sanar la pérdida de un ser querido.

Aparentemente no se dan necesariamente en ese orden.

Yo perdí a un ser querido el 8 de Noviembre. Perdí mi confianza en la decencia humana básica del pueblo estadounidense.

Mi primeras etapas de duelo fueron negación (no lo podía creer) y depresión. Hoy estoy en tránsito hacia la ira.

Y es que uno no puede menos que enfurecer viendo las suásticas que pintan (los pocos) y los argumentos que esgrimen (los muchos) que votaron por el de las manitas.

De las suásticas no hay mucho que decir excepto que algunas están al revés: cultivan el odio, no la inteligencia. De los argumentos… He oído muchos, entre ellos que Obama es el peor presidente de la historia. No uno de los peores, sino el peor.

Bastaría recordar que hace ocho años el país atravesaba la peor crisis económica desde la gran depresión, inmerso en dos guerras de elección cortesía de George Bush. Si eso no es suficiente, un poco más atrás hubo un presidente (Nixon) que tuvo que renunciar antes de ser expulsado en un juicio político, se le recuerda entre otras cosas por prolongar otra guerra (la de Vietnam) y decir ‘Si el presidente lo hace, entonces no es ilegal’. Al parecer el próximo presidente piensa lo mismo en cuanto a sus conflictos de interés.

Y más atrás hay toda clase de joyas: Herbert Hoover alimentó guerras comerciales que exacerbaron la Gran Depresión; John Tyler fue firme defensor de la esclavitud; Warren G. Hardin  jugaba al póker mientras sus amigos saquearon el tesoro; James Buchanan se negó a desafiar la propagación de la esclavitud; la lista es larga.
¿Pero el peor? ¡Obama naturalmente! Si alguno de los peores presidentes se hubieran salido con la suya, Obama nunca hubiera sido electo presidente, ni siquiera se hubiera podido postular dado su gran defecto, probablemente el que le convirtió en el peor presidente para algunos, el defecto que implica tener piel oscura.
Barack Obama no fue muy amigo de los latinos, deportó más indocumentados que Bush. Sin embargo, entendió claramente que los niños que llegaron a los Estados Unidos de la mano de sus padres no cometieron ningún crimen, esa sería una prueba de su decencia común básica, se castiga a los adultos que infringieron la ley, no a los menores. Ante la oposición del congreso, emitió una orden ejecutiva para implementar Acción Diferida para los Llegados en la Niñez (DACA por sus siglas en inglés) que asegura la no-deportación de éstos jóvenes. El presidente electo ha prometido dar marcha atrás; el senador ‘latino’ Marco Rubio, de origen cubano, declaró que no es necesario eliminar los derechos de manera retroactiva, que basta con dejar que expiren. Castigar a los niños por los pecados de sus padres. Murió la decencia.
A partir del Watergate de Nixon, todo lo que implique escándalo es rebautizado como ‘gate’ hay que recordar el ‘cacahuate-gate’ de Jimmy Carter. Al asumir la presidencia, Carter se deshizo de su plantación de cacahuates en Georgia para no dar la impresión de conflicto de intereses. El hoy presidente electo dice que ‘El presidente puede tener todos los conflictos de intereses que quiera’. Si el presidente no puede anteponer los intereses de la nación a los de sus empresas, murió la decencia.
El presidente electo presumió de sus asaltos sexuales que, si hemos de creerle, no fueron reales sino invenciones para impresionar a sus amigos. ¿Cómo se les explica a los menores que el asalto sexual real o imaginario no es correcto aunque los haga el presidente de la nación? Murió la decencia.

Donald Trump dice que decidió perdonar a Hillary… ¿Perdonar qué? Vaya usted a saber. En una democracia los crímenes se persiguen de oficio, en una dictadura el dictador decide cuando se persiguen crímenes reales o inventados, a quien se juzga, a quien se condena y  a quien se perdona. Al parecer el de las manitas piensa que en enero le van a poner una corona y no una banda presidencial. Junto con la decencia se murió el sentido de justicia.

Enrique Santos Discépolo en su tango Cambalache, nos habla del siglo veinte:

Que el mundo fue y será una porquería
ya lo se...
En el quinientos seis
y en el dos mil también!
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublés...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldad insolente
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos...

¿Qué nos diría de este siglo veintiuno y de la muerte de la decencia?...

Michelle Obama nos advirtió en un discurso que ésta elección se trataba de algo más importante que la política, se trataba de la ‘decencia común básica’ del pueblo estadounidense. Desafortunadamente Michelle tenía razón y la decencia perdió.



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