Me llega texto: Juan murió, cabrón.


¿Quién carajos me va a explicar los rituales de la fiesta taurina? ¿Quién carajos me va a volver a cantar el Romance del Curro el Palmo? No estoy llorando por ti mi amigo, estoy llorando por mí sin ti.


Cuánto diera por volver a oírte decir “Eres una cosita de la chingada chingao Cambustón”.


¿Te acuerdas de aquella noche de parrandas en la cuenca del Papaloapan cuando las novias efímeras que habíamos conseguido te oyeron cantar y quisieron dejarnos a todos para irse contigo?


¿Te acuerdas del amanecer en Garibaldi mostrando tus dotes de torero con delfines y ballenas?


Te cansó la vida hermano y es que no ha de ser fácil ir por ahí cargando una guitarra y mil canciones y regalando buenos tiempos y mejores memorias y... Te canso la vida amigo y no te lo perdono y te lo perdono porque te lo tengo que perdonar.


Pa pa pa, pa pa, el ritmo sencillo de todas las canciones de salsa pa pa pa, pa pa. Con las palmas o golpeando la guitarra. Esa guitarra tan compañera como tú, con la que supiste alegrarme el alma cuando el alma necesitaba alegrarse.


¡Cabrón! ¿Te acuerdas cuando te referías a nuestros paisanos como “chingaos indios” y te partías la madre por sus derechos? Porque los chingaos indios eran tus hermanos y había que echarles la mano.


¿Y te acuerdas de las aventuras del Capitán Alatriste que llevaba un jubón y una espada y la cara de Juan Setién?


Córdoba no será la misma sin ti. Y el béisbol y la crónica de la crónica. España tampoco será la misma, ni México, ni la banca afuera de Disney donde nos sentamos a recordar.


Las lágrimas cuando entristezco se anidan en la garganta. Hoy no. Hoy rodaron, hoy salieron porque tenían que salir, porque no te pude despedir en silencio.

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