Apuntes de un viaje...

Serrat

-”¿Si viene Serrat, vienes a verlo con nosotras?” Fue una pregunta inocente a la que no dudé en contestar que sí. Pasaron meses, casi un año y recibí la foto del boleto. -”Ahora vienes”.

Sin dinero extra ni vacaciones disponibles dije que sí, y es que ¿Cómo se le puede decir no a tres amigas de la juventud, a tres mujeres de esas que hacen que uno esté orgulloso de conocer?

Mis 3 amigas son la Berta la doctora, Laura la psicóloga y Julieta la dentista, profesiones que obviamente no eligieron para enriquecerse sino para ayudar. Esa es su vida, ayudar. La doctora que atiende a los de bajos recursos, la psicóloga que trabajó en el psiquiátrico y hoy organiza cursos de filosofía para los menores, la dentista que trabaja con bebés.

Antes de salir decidí que éste viaje sería el viaje de las mujeres. Si bien es cierto que quiero mucho a mis amigos…. Mis amigas y mis hermanas, son especiales. Mujeres guapas, mujeres generosas, mujeres inteligentes, mujeres sensatas y sensibles.  

A veces se nos olvida, con el trabajo y las responsabilidades, que somos capaces de ser felices. En general soy feliz con mi vida pero, esta semana en México fue un recordatorio de que podemos y debemos ser felices, así, sin complicaciones, sin adjetivos, felices.

¡En Primera!

Comprar boletos en el internet de aerolíneas patito es arriesgarse a hacer muchos corajes. El precio era 103 y para cuando había que pagar ya había subido a 140. Hay que armarse de paciencia y decir que no a todo. Decidí hacer la reservación por teléfono, creo que entendí que había que pagar extra por el pase de abordar, después de mentárselas colgué muy amablemente.

Aeroméxico, y no lo digo porque tenga un cuate piloto, es una buena opción. Empezaron en 130 y se quedaron en 130. Al final me preguntan si quiero entrarle a una subasta para asientos vacíos en primera clase. Sugieren 60 pero yo puse 40. Un día antes de salir me dicen que mi oferta ha sido aceptada. ¡Feliz! Y es que con mis 140 kilos sentarse en clase turista es una verdadera tortura.

Le platico a mi compadre que tuve mucha suerte y que me voy en primera… me dice el cabrón: –“¿Suerte tu?, ¡Suerte la del pobre buey que se iba a sentar contigo!”

Tijuana

Manejo Brea-frontera con mis hijas. Camino por el puente que me lleva al aeropuerto de Tijuana. Le pido a un taxista que me lleve a un hotel. Son las 11 de la noche, me tengo que levantar a las 5.

Primer hotel: 2200 pesos… que se los pague a ver quién. Segundo hotel más deslucido, lleno; tercero y cuarto, llenos… el taxista me pregunta si quiero que me lleve al centro, le digo que a donde sea…

Hotel muy lamentable  -“35 dólares la noche” dice la encargada… le digo, -“pero ahí dice que 16”. –“Sí, pero eso es por cuatro horas”… Le digo que me de dos periodos de 4 horas para un total de 32… ahorre 3.

Tijuana, BCN. La verdad preferí no salir solo, no porque sea muy miedoso sino porque no quería que ningún incidente arruinara el viaje antes de comenzar.

Paredes de papel, gente muy, pero muy feliz en los cuartos vecinos…. Creo que la felicidad de otros fue buen augurio… el viaje no pudo estar mejor.

Mi amiga me recuerda que cuando lo platiqué dije que el hotel era de "pago por evento" y que lo malo había sido que no me tocó ninguno de los dos eventos a que tenía derecho.

DF (CDMX)

Cargo tremenda maleta. Y es que llevo máquina CPAP (para dormir con apnea), máquina computadora (para escribir burradas), algunas botellas de vino y puros (para la pachanga).  Llevo camisas y ropa interior para una semana. No pienso cambiarme de pantalón de mezclilla y espero que no haga mucho frío porque no traje suéter. Mis hijas hicieron la maleta, no cupo en una chica así que pusieron todo en una grande. Al meter los lentes que sólo uso para manejar y que siempre están en el carro, me hicieron la recomendación de que sólo los use para el concierto y que luego se los dé a una amiga para que no los pierda. Así es esto de ser tan descuidado… ¡hasta las hijas me regañan!
Salgo del aeropuerto, compro boleto de taxi, abro maleta para sacar un puro para llegar preparado a la cantina, cierro la maleta y… ¡no encuentro el boleto! Esas cosas solo me suceden a mí. Después de buscar 7 veces en cada bolsillo, abro la maleta por segunda vez y ahí está el &%& boleto.
Le digo al taxista que voy a la cantina “La India”, no tiene idea de dónde queda,  le digo que maneje rumbo al centro y que yo la busco en mi GPS. Siempre platico con los taxistas, éste está a punto de retirarse e ir a vivir a Playa del Carmen, a ver si no se aburre estando acostumbrado a la megalópolis que es el otrora De Efe.
Aparentemente mis amigas llegaron 5 minutos antes que yo, como con cronómetro. Los abrazos. No hay substituto del abrazo de la mujer amada, pero el abrazo cariñoso de amigas de la juventud se le aproxima, máxime cuando son 3 las amigas y mucho el cariño. Abrazos largos, como queriendo decir “te extrañé mucho y no quiero dejarte ir”.

Las botanas de las cantinas en México son cosa aparte, empezamos con un caldito de camarón y de ahí pal real, cosas buenas. Yo no como carne, voy con la cocinera que me manda unas tostaditas con frijoles y salsa que están de agasajo. Antes ser medio vegetariano era problema, ahora siempre encuentro algo.

Vamos a otra cantina que tiene una larga cola para entrar, “está aquí a dos cuadras” dijeron. Lo que no dijeron fué el tamaño de las cuadras, alguien averigua, está muy cara. Otras dos “cuadritas” para la tercera cantina, el Salón Corona. Lleno. Tardamos en entrar. Torta de bacalao, portento.

Ahora a un café para no llegar borrachos al concierto, dicen que no te dejan entrar si te ven medio jalado… mi amiga Laura y yo nos despedimos y tomamos un taxi, ¡cuatro cuadritas su reverenda madre! Afuera del café hay una banda tocando música de los Beatles con 2 chelos y una batería, Laura me dice que son bastante malitos, a mi me gustaron mucho, quizá porque las ganas y el gusto de estar en mi México hace que toda la música  me suene sensacional. Les doy 20 pesos, no se si sea mucho o poco… estoy muy desconectado.

Antes de ir al concierto voy al “Paraíso de los fumadores”. Cohiba y Romeo y Julieta, puros cubanos. Vaya usted a saber si realmente sean cubanos pero no podía dejar de darme el gusto. Ya se sabe que en tierra de gringos están prohibidos. De ahí en adelante le digo a todo mundo que me los regaló mi tío Fidel, lo mismo pongo en face con una foto de un puro encendido. Mi amigo Sergio me reclama por no fumar puros de San Andrés, le digo que de esos tambien voy a comprar. Me dan una tarjeta del “Paraíso” que pongo en mi bolsillo trasero.

Concierto

El concierto merece nota aparte, Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel y Miguel Ríos repitieron la misma gira de hace 20 años. Muchos de los asistentes también estuvieron en la gira de 1997, otros, muchos, eran jóvenes. Miguel Ríos preguntó si sus padres los habían obligado a asistir. La voz de Víctor Manuel sigue siendo la misma y el cuerpo de Ana Belén, a sus 65, ya lo quisieran muchas jovencitas. Tratando de describir el concierto a un amigo gringo le dije, es como si Paul McCartney, Bob Dylan y Mick Jagger compartieran el escenario con Tina Turner. Increible que a su edad puedan hacer el derroche de energía que llenó todo el espacio de un Auditorio Nacional orgullo de los mexicanos.

Escuchar a Serrat “Hoy puede ser un gran día, plantéatelo así…”, desató mil emociones. Yo creí haber perdido hace muchos años mi capacidad de llorar. Para mi sorpresa, las lágrimas salieron en cascada durante la primera canción. Lloré porque Serrat tiene 73 años y lo más probable es que no lo vuelva a escuchar en vivo, lloré porque yo ya no tengo 14 años que es la edad en que descubrí sus poemas-canciones, lloré por mi amigo Juan que ya no está con nosotros y que reinventaba con su guitarra toda la música del catalán, lloré porque el país que me acogió con los brazos abiertos eligió a nuestro enemigo, y lloré porque mis hijas no hablan un español que pueda apreciar los poemas con música. Por estas y otras muchas razones lloré, lloré mucho.
Después del viaje y del concierto, y más cansado que boliviano buscando playa, organizamos, como buenos mexicanos, un circo para ver quién se iba con quién y a quién había que pedirle Uber y quién, que no había ido al concierto, se unía a la caravana.

¿A dónde vamos? Es difícil para que un grupo de 11 mexicanos solucionar tan complicado acertijo. Al final, se logró el acuerdo antes del amanecer y ahí te vamos...

Llegamos a una de las 25 sucursales de “La Casa de Toño”… había alrededor de 80 personas esperando entrar, yo me dije “ahora si valió sombrilla, esto va a ser desayuno”. Nos dan un número y yo enciendo un puro pensando “antes de entrar me fumo hasta dos”…

Menos de 10 minutos más tarde estamos entrando… ¡tienen pozole vegetariano! Con flor de calabaza y hongos… no le asignan la mesa a un mesero, todos son meseros de todas las mesas. El servicio es excelente y en cuanto a rapidez, le dan clases a McDonald’s. Si fuera un poco más pretencioso describiría al pozole como “sublime”.
Dormimos en la casa de Vicky, buena amiga de mis amigas que resultó ser mi vecina de la niñez. Cuando los mexicanos y mexicanos decimos “mi casa es tu casa” no nos andamos con medias tintas. No solo nos abrió las puertas de su casa sino que además, acabó durmiendo en el sillón de la sala para que todos pudiéramos dormir en camas. Anfitriones así no creo que existan en otros países, otro motivo de orgullo nacional.

Desayuno en la Casa de Yeya, huevos motuleños con plátanos fritos y unos frijoles negros entre frijoles y salsa… quien diga que la comida francesa es lo mejor, no ha probado unos buenos huevos motuleños.

Viaje a Córdoba, paradas en el camino para echar humo, noto algo en mi bolsillo, es la tarjeta del “Paraíso de los Fumadores”, la parte de atrás dice “Esfuérzate, se valiente, no temas porque Dios está contigo”. Se las enseño a mis amigas que sabiendo que soy de esos ateos que se van a ir al infierno con todo y zapatos, no pudieron parar de reír. Me tomaron fotos con la tarjeta y me dijeron que era “Una señal”...

Llegada a Córdoba

Lo único que me mantenía despierto era el gustazo de estar en mi patria y visitar a tres muy buenos amigos de la primaria. El pretexto para reunirnos había sido la entrega de los Oscares. Después de instalarme en un departamento...¡de sacerdotes! Que me prestó mi amiga, y preocupado de que todas las cruces se fueran a derretir, pasó por mí mi amigo Carlos.

Carlos me regaña por el WhatsApp porque fumo puros… pero como la amistad es más grande que su malquerencia con los puros, me compro 4 en Coscomatepec. Así son los amigos.

No queríamos dar mucha lata a la esposa del anfitrión. Alguien sugirió comprar pizzas. Pizzas su retiznada dije yo, para mí sólo existe la comida mexicana. Fuimos a un changarrito donde compramos tamales, garnachas, gorditas de frijol con hoja de aguacate, tostadas y demás milagros que nunca encontraré en Estados Unidos. Salsa y crema aparte para que no se pongan aguadas.

Con Carlos al volante mentando madres a los malos conductores a su alrededor, llegamos a Fortín a la muy bonita  casa de Miguel, que nos recibió con su guapa esposa y su hijo. Eso de ver los Oscares es una tradición para mí, y es que los veía con mi madre cada año hace ya muchos años. Unos minutos después llegó José Luis que trajo un jamón muy especial. Me dijeron burro por no saber apreciar, ni modo, cosas de las que nos perdemos los vegetarianos.

Las carcajadas no se hicieron esperar cuando a la pregunta de cómo me había ido con mis amigas respondí: “Las deje agotadas…”, y es que ¿Cómo no iban a estar agotadas después de un viaje relámpago Córdoba-México con visita a cantinas, concierto y cena a las 3 de la mañana?

No me dejaban ver los Oscares agusto con la plática, hasta que la plática se puso tan buena que dejé de ver la televisión. Al final nos salimos al jardín para platicar mas agusto y poder encender un puro de Coscomatepec. Mucho más tarde nos enteramos de que no había ganado la película que dijeron que había ganado. Así de desorganizados se quedan en la tierra de gringos cuando uno se sale un rato. Ni modo.

Tomamos fotos haciendo bromas sobre el kilogramaje en el que resulte campeón, pero no por mucho. La plática fluctuó entre recuerdos ya muy lejanos, política mexicana de la que da asco y recuerdos de los maestros que tuvimos la suerte de compartir. Si en algo tuvimos suerte es en haber entrado a las aulas de Gino y Rodolfo de Gasperín, Horacio Cortés, Gina de la Garza, la señora Kauffmann, la señora Sánchez, los doctores Sánchez Mauries y Galán, el señor Aranda y otros seres humanos comprometidos, que nos formaron y a los que nunca vamos a dejar de agradecer. Donde quiera que anden… ¡Gracias!

Recordamos a los que ahora se llaman bullies, alguien mencionó a un Víctor que perdió un ojo y anda dando lástima: le vieron borracho temprano una mañana. Cuesta trabajo creer que sea el mismo que nos quitaba dulces. No creo en karma pero no hay duda que cada quien se forja, en gran medida, su vida.

Yo no me considero elitista pero tengo que confesar que me gusta mucho el vino espumoso francés, no compro del más caro ni lo compro muy seguido pero… garnachas con champagne resultaron el maridaje ideal. Ya alguien me dijo que las garnachas van mejor con un rojo robusto pero yo que voy a saber de esas cosas.

Todos tenían que trabajar al día siguiente, así que muy temprano, por ahí de las dos de la mañana, nos retiramos del aire.

Entrevista con el vampiro

El primer amanecer en Córdoba debe haber estado muy bueno pero yo no les puedo platicar porque ¡me desperté a las 4:30 de la tarde!

Mi amigo Emilio dice que fuí a Córdoba a hibernar como oso. Alguna razón tiene. ¡Que sabroso es dormir sin preocupaciones después de pachanguear mucho!

Por ahí de las 5:30 y con ánimo de disfrutar la pereza, me dirigí al Portal. Decidí fumar uno de mis cubanos y no molestar a nadie. Tenía ganas de cenar bien y volver a ir a descansar… hace muchos años me sentaba en el Portal sólo y algunos amigos se aparecían. Hoy no se apareció nadie. Es probable que algunos de los que pasaran por ahí fueran amigos que no me reconocieron y a los que yo tampoco reconocí, y es que… nos vamos poniendo viejos.

Al día siguiente había que despertar temprano para ir a la entrevista con el vampiro. Mi amiga Berta la doctora, me dió una receta para que me hicieran todo tipo de análisis. La historia se repite cada vez que hay que hacerlo. La primera enfermera no encontraba mis venas, las segunda, que era química tampoco pudo, así que llamaron a la experta que tardó un poco en llegar y pudo producir el milagro de encontrar una buena vena. El proceso me dejo moretones en los brazos pero creo que pude disimular el pánico que me causan esos encuentros con una sonrisa. Voy madurando, poco a poco. Con los dentistas no puedo disimular nada.

Se equivocaron con lo de los análisis y salio que tenia una anemia del diablo. ¡Hágame usted el favor! Mi amiga me mando con el Médico Internista que no me regaño demasiado por alimentarme mal y por no hacer ejercicio. Dijo que los resultados no correspondían a los síntomas, y ahí te voy con las vampiros otra vez.

El doctor dijo que estoy bien de todo considerando mi peso y que si quiero sentirme mejor me tengo que dejar de hacer tonto y hacer lo que yo sé que tengo que hacer. Cuando menos no me sermoneo mucho.

Mis amigos dijeron lo de siempre… que ¡Sólo en México pasan esas cosas! A lo que yo respondí lo que respondo siempre: Burros hay en todos lados y errores se cometen en todos lados, no es exclusivo de México. Si algo tenemos es buenos doctores y un sistema de salud (sin entrar en muchos detalles) más efectivo y económico que el de los gringos, con doctores que hacen bien las cosas por vocación y no solo por hacer dinero. Ahí la dejo porque si nó empiezo a explicar Obamacare y no acabo nunca.

Entre citas de doctores pude ver a mi hermana Malena, que tiene zapatería y gran corazón. Lo que más disfruto de ella es que no se limita con el lenguaje y siempre dice lo que quiere decir. El abrazo duró mucho porque así son los abrazos con las hermanas, uno no quiere soltarlas nunca. También conviví con mi cuñado Víctor a quien quiero mucho. Me invitó a comer a su casa y me platico un poco de lo triste que es la situación de la seguridad en Córdoba. Me mandó de regreso en taxi pero me dió dinero para pagarlo, como si todavía tuviera yo catorce años. No pude decir que no, así es esto de la familia, una maravilla de la industria nacional mexicana.

Fuí a la panadería de Don Amado, padre de mi compadre. Platiqué mucho con mi amigo Tavo, inteligente e informado. Platicamos del asco que son los políticos mexicanos y del asco que despacha en la Casa Blanca. Por fín pude saludar a Don Amado que llegó una hora más tarde. Regalo de la vida haber conocido a un señor para el que si no existiera, habría que crear el título de “Don”.

En una de las dos o tres visitas que hice al Portal sin compañía, disfrutando una nostalgia que ha sido descrita como “el placer de sentirse triste”, vi una cara conocida. Mi amigo Alejandro, que no ha cambiado mucho y es retirado de Pemex. Platicamos un poco del mundo y un mucho de achaques y remedios, me sentí más viejo que de costumbre.

Casa de la Abuela

Cuando digo que El Portal de Córdoba debería ser Patrimonio de la Humanidad no creo estar exagerando. Hace poco fuí al Portal de Veracruz con mis hijas. Total decepción. En Córdoba se puede tomar la copa en un ambiente totalmente familiar con música para todos los gustos. La jarana en medios electrónicos nunca sonará tan bien como frente al parque 21 de mayo de la ciudad de los 30 señores de a caballo. Marimba, Trios, Norteño... ¿Le tocamos algo caballero?

El Portal fué el punto de reunión para luego ir a cenar. Prendí uno de los muchos puros que me fumé en Córdoba; una señora me hizo mala cara y pidió cambiarse de mesa, yo me sentí un poco mal pero me repuse casi inmediatamente pensando que en tierra de gringos, en lo que ellos llaman “la tierra de la libertad”, yo no tendría la libertad de echar humo y que además estábamos en un espacio abierto.

Nos echamos una cubita y luego otra, todos trabajaban al día siguiente (yo no jeje) pero como alguien dijo...ya encarrerado el ratón. El trío nos cantó una de Sabina, porque de Serrat no se sabían nada. Luego se aventaron “Lágrimas Negras”... para llorar… de gusto. Y luego en el típico regateo final otra por 30 pesos o algo así.

De ahí nos fuimos caminando a “La Casa de la Abuela”, los triángulos orientales son casi tan tradicionales como la jarana en el Portal. Me adelanto, entro a la cocina y les digo a las cocineras “me dijeron que por aquí tienen un chef medio maleta...” me sonríen y apuntan a mi sobrino Rafael, que además de ser excelente chef es bueno para la pesca. Abrazo de osos, aunque comparado conmigo él es sólo un osito. Después del largo abrazo vinieron las presentaciones y Laura invitó a su hermano Pablo que llegó con otra bola de amigos, así es Córdoba donde todos son risueños para eso de la pachanga y no necesitan que les hagan muchas cosquillas.

Todos ordenaron y alguien me preguntó “¿Y tú qué vas a ordenar?”, a lo que yo, sintiéndome estrella de Hollywood respondí “No tengo necesidad de ordenar” o alguna fanfarronada por el estilo. Ya sabía yo que mi sobrino me iba a preparar algo especial… verduras sofritas con yo no sé cuantas especias y queso gratinado, y Shanclis que es una onda árabe muy sabrosa… que no compartí con nadie...

Un poco más tarde llegó Dalile, con quien somos parientes de alguna manera. Otro abrazo lleno de cariño y larga plática sobre Córdoba y el vivir la zozobra de la violencia que nos regalaron los políticos. Violencia o no violencia, los tragos fluyeron, la comida, como siempre en ese lugar fue de antología y entre tanto gusto acabamos por olvidarnos de los malosos.

Al salir alguien comentó “Se ve que tu sobrino te quiere mucho”, ese comentario fue el mejor postre, remate de una cena estupenda.

Familia

El plan, desde hace años, había sido ir de parranda con mi hermano Jerry en lo que hace años se llamaba De Efe y hoy se llama CDMX. Parece que no tenemos suerte, por una razón u otra, el plan de ir a emborracharnos se frustra, y no ha de ser por falta de cantinas en la capital del país, cuyo centro histórico, además, está cada vez mejor.

Con mis líos de doctores no pudimos ir el viernes como habíamos planeado. El sábado nos dirigimos a Puebla a ver al resto de la familia. Yo salí de Córdoba y Jerry del DF (no me acostumbro a llamarle de otro modo) y nos encontramos en la terminal de autobuses de Puebla, donde nos estaba esperando mi sobrino Toño.

Toño es un buen ser humano, al subir a su auto escucho a Joaquín Sabina. Alguna vez comentamos nuestra admiración compartida por Sabina. El hecho de no haberlo olvidado y tener la música lista habla de su bonhomía. Cantamos como chamacos camino a la reunión.

Llegamos a casa de mi hermana Pilar en una Cholula totalmente diferente de la que me tocó allá por 1977. Si los seres humanos cambiamos con la edad, aparentemente nuestros entornos también cambian. Los colores de las casas me recuerdan a mi amigo John, que después de ver fotos de Guanajuato dijo: “Los mexicanos no le tienen miedo al color”.

He descrito muchos abrazos con amigos y familia, el abrazo con mi hermana Pilar fue otro para recordar. A veces pienso que el tiempo y la distancia son buenos si no para otra cosa, para hacer que los reencuentros sean memorables. Gustos que nos regala la vida para compensar el exilio.

Llega Pichy mi otra hermana. En la cena de diciembre, para celebrar navidad, hubo romeritos. Pichy, sabiendo cuánto me gustan, los congeló y me los trajo con la intención, yo creo, de que la quisiera más… ¡Como si eso fuera posible!

La tarde y la noche se fueron poniendo mejores conforme llegaba más familia, Eugenio marido de Pichy con la sonrisa siempre puesta; Euken, mi sobrino nieto que nació el mismo día que yo vaya usted a saber cuántos años después; Karla, la esposa de Toño, guapa igual que Lupita la mujer de Iñaki mi otro sobrino; y al final mi cuñado Antonio.

Mi hermana Pilar se lució en la cocina: Tamal de cazuela con mole, rajas con crema, panqués de calabacín y de zanahoria y ensalada de espinacas. Todo mexicano, todo sabrosísimo y todo (mis versiones) vegetariano. Si tuviera que describir el ambiente diría algo así como “alegría compartida” y es que el buen humor, y la mejor disposición de todos para disfrutar fueron los mejores aderezos.
 
Entre Toño, Euken e Iñaki no me dejaron servirme ni un whisky, me atendieron como yo trataba de atender a papá, cuya presencia se extrañó como siempre que se reúne la familia.

Algo a lo que no estamos acostumbrados los que vivimos en Estados Unidos es el fumar puros dentro de la casa. Mi cuñado Antonio se mandó a hacer puros con el monograma que le hizo mi papá y tabaco jarocho/cubano. Un verdadero agasajo, y aún mejor cuando después de una semana de fumar puros solo, encontre quien me hiciera segunda.

Al final, y como todo lo bueno, la cena se acabó. Me tocó dormir en el departamento de mi sobrina Mily que estaba en las Vegas. La decoración parece de revista, buen gusto y funcionalidad. Si un día decide hacerse decoradora, con gusto la contrataría.

El domingo tuvimos, antes de irnos, la muy agradable visita de los tíos Salvador y Maru, hubo alguna confusión con fechas de otro encuentro, confusión más que alegre que nos permitió convivir un buen rato. Conversación inteligente y educada, en la que me sorprendí a mi mismo aceptando y respetando ideas tan diferentes a las mías, yo que soy tan apasionado que fácilmente puedo llevar el desacuerdo a la descalificación y el insulto. Como le dije a mi cuñado: “Creo que voy madurando, ya me pueden dejar sentar a la mesa con la gente grande”.

Empacar y partir. Antonio me regala más puros, oírlo  hablar de mi hermana Pilar es uno de esos gustos/orgullos que no se olvidan, hace falta un gran hombre para reconocer el valor de una gran mujer.

Iñaki y Lupita llegan a despedirnos, parece que recorrieron Puebla a toda velocidad en motocicleta para conseguirme puros de regalo, el último recordatorio de cuan afortunado soy de tener la familia que tengo.

Fin de Viaje

El servicio de autobús en México, ya lo había dicho por ahí, es muy superior al de los Estados Unidos. Me dice un amigo que en efecto, es bueno, pero que es muy caro, al punto de que en muchos casos es más barato volar.

Estrella Roja creo que es la línea que nos llevó al aeropuerto del DF desde Puebla. Buen servicio y hasta cargador para el teléfono. Nos dieron una bolsita con agua y una golosina y ahí te vamos.

Hora de  platicar agusto con mi hermano excepto que para cuando me dí cuenta, ya se había dormido. Yo no puedo dormir en autobuses, o más bien, sí puedo pero me despierto yo sólo con mis ronquidos. Otro día platicaremos, no será la primera vez que utilice la larga distancia a México incluida en mi plan de celular.

La primera cuenta de las llamadas de mi mujer a su familia, hace ya 20 años fue de ochocientos dólares, casi me da paro cardiaco. Esta vez usé mi teléfono hasta para ver películas en México con una calidad muy buena y sin costo adicional.

Después de regresar, habré de encender un puro y disfrutar de una larga plática telefónica con mi hermano sobre la vida, la familia y los hijos, de los que ambos estamos muy orgullosos.

Llegamos al aeropuerto donde nos estaban esperando mi ahijada y su amiga. Ya no había mucho tiempo para salir, así que cenamos en ¡Toks! Después de disfrutar las maravillas culinarias mexicanas en el DF, Córdoba y Puebla, acabar en Toks fue algo así como la venganza de Moctezuma. Caro y malo. Yo me esperaba lo caro por que está en el aeropuerto pero lo malo fue una sorpresa, y es que parece increíble que hasta yo pueda hacer unas enchiladas mejores que las de Toks.

Mi ahijada Tania no es oficialmente mi ahijada. Soy padrino de su hermana Susy. Como la vida da vueltas, me tocó convivir mucho más con Tania la cosmopolita: Nació en Estados Unidos de madre colombiana y padre mexicano, creció en Costa Rica y en Chile y estudia en México. Debería trabajar para la Organización de Estados Americanos donde buena falta hace alguien con su inteligencia y carácter, siempre sonriente, con amigos y amigas en cada lugar de nuestras Américas.

Mientras mal disfrutaba las enchiladas de Toks platicamos de las últimas noticias e hicimos burla, como siempre, de mi compadre. Mi hermano y su amiga deben haber entendido muy poco pero no perdimos tiempo explicando, el avión iba a salir pronto.

Fotos y al avión de Aeroméxico. Esta vez no me tocó la suerte de ir en primera pero le pedí a la señorita que me pusiera en la salida de emergencia donde hay un poco más de espacio. Muy cómodo, especialmente comparado con vuelos en otras aerolíneas donde a los que somos altos nos sobran piernas y a los que somos gordos nos sobra cintura.

Llegada a Tijuana, cruce de puente a San Diego, agentes aduanales… saber que llega uno a la tierra del presidente que eligieron nuestros vecinos le resta gusto y le añade una pizca de angustia al hecho de cruzar la frontera. Lo único motivante era el saber que mis hijas estaban esperándome al otro lado. Once y media de la noche. Besos, abrazos, se ofrecen a manejar pero las veo cansadas. Me siento mejor manejando yo. Antes de llegar al Freeway están dormidas, ya habrá tiempo de narrarles mis aventuras.

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