El Salto

La primera vez que salté de un avión fue cerca de Las Vegas. Habíamos ido a una conferencia de computadoras y entramos a un negocio de «paracaidismo bajo techo» donde usan una especie de turbina para que uno flote como si estuviera en un paracaídas.

Yo nunca pude flotar, se supone que hay que estar relajado y a mi esas cosas nomas no me relajan. Platicando con la instructora pregunté si había paracaidismo «de verdad» cerca. Nos presentó a un cuate que tenía un avioncito y estaba iniciando el negocio del paracaídas…Ahí te vamos.



Nos dió una larga explicación y caminamos hacia lo que resultó una lata de sardinas, sin sardinas y voladora, el pobre avión daba miedo. El instructor nos dijo lo que él pensó iba a tranquilizarnos, algo así como «¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que se caiga el avión? ¡Pues saltamos!» Ahí yo me dije: ¡no, a esto no le entro!, pero como mis otros dos cuates estaban (o parecían estar) más que puestos y yo no soy de los que se echan para atrás, pues… ¡A volar!

La primera vez hay que saltar en lo que los gringos llaman «tandem» o sea, amarrado a otro cuate. Uno no se anima mucho con eso, pero ni modo, no había de otra. Todo pasó muy rápido. Si me hubieran dado más tiempo me hubiera desanimado, el avioncito que según yo no podía ni con su alma, resultó más que capaz de subir, y de subir rápido con la puerta/ventana abierta, el viento era el equivalente de ir en un carro a 140 con las ventanas abiertas y yo… amarrado a otro cuate. Aunque me hubiera echado para atrás no me hubiera oído.

El avión estaba tan chiquito que en un paso ya estábamos en la puerta y en otro paso en el aire. Dos segundos, no sé cómo es para otros pero yo, en dos segundos pasé del terror de asomarme a la puerta del avión a la mayor sensación de libertad. En dos segundos pasé de estar más asustado que el fontanero del Titanic a sentirme James Bond. No se si todos sientan lo mismo pero para mí, todo el miedo se quedó en el avión.

Yo le tengo miedo a las alturas, así que los saltos son doble reto, hay que vencer el miedo normal y el miedo doble de la acrofobia. Una vez fuera del avión, uno siente que… ¡vuela! La sensación es difícil de explicar, tal vez es libertad total u otra cosa, lo que es cierto es que la adrenalina hace de las suyas, no solo durante el salto sino (al menos en mi caso) unas dos o tres semanas.

Dos, tres semanas o un mes, la verdad no recuerdo pero sí recuerdo haber andado en «las nubes», me presentaban a alguien y decía: Me llamo Luis y salté de un avión… y contaba la historia.

Ya de vuelta en California hice 2 o 3 saltos, además de tomar una clase de vuelo. Resulta que la primera clase de vuelo es gratis para que la gente se anime a tomar el curso completo. Yo no quería ser aviador pero no le iba a decir que no a una clase gratis… pero eso es otra historia.

Por fin se llegó el día en que iba a saltar… ¡Solo! Invite a mi mujer y a mis hijas, todas muy animadas, yo todavía con las mariposas amarillas de García Márquez en el estómago.

Me dieron unas 2 o 3 horas de «clases» pero de lo que no se enteraron es que yo ya andaba en las nubes y a todo decía que sí sin entender muy bien. Tienen una «puerta de avión» simulada, de donde uno practica como saltar, curvando la espalda para... ¿aminorar la velocidad? ¡Vaya usted a saber!

Mientras yo atendía las clases sin poner mucha atención. Un grupo jugaba con una especie de carritos de baleros, practicando las posiciones que iban a tener en un salto de mucha gente. Era una especie de ballet en tierra que repetirían, más tarde, en el aire.

El avión en California era mucho más grande, un grupo grande de gente iba a hacer una de esas piruetas donde se agarran de la mano en el aire en un gran círculo. Cuando me tocó a mí, los 3 o 4 metros que me separaban de la puerta del avión se me hicieron larguísimos. Nunca deje de pensar «¿Cómo se te ocurre?» 14 mil pies se dice pronto, unos cuatro kilómetros y medio. En la puerta, el ruido del viento es ensordecedor, el corazón late… mucho. Miedo y una sensación de poder que llena los pulmones, para mí al menos, cada salto implicó la misma emoción. El último salto igual que el primero.

Te hacen usar casco y unos lentecitos de plástico, para que… iba a inventar algo, pero la verdad no sé para qué. Si el paracaídas no se abre, no creo que el casco sirva de nada, pero bueno, no iba discutir con los instructores.

Uno siente que las «bolas» como les dicen los gringos, lo mismo que el estómago se reducen… mucho. Unas veinte o treinta veces dije «¡No!» y unas veinte o treinta veces dije «Sí, hombre, tu puedes» creo que al final, la satisfacción va de la mano con lo difícil de una tarea, como para mí fue mucho más escalofriante asomarme a la puerta del avión, fui, con mucho, el que más lo gozó. Aún hoy, viendo el video, siento mariposas en el estómago y un ligero encogimiento de lo que en México llamamos, con más propiedad «huevos».

El salto fue en el Lago Elsinore, el paisaje no podía ser mejor, yo tenía que abrir el paracaídas a los equis pies de altura. Los equis pies llegaron y pasaron y yo en las nubes. Un entrenador me hizo la señal de que abriera el paracaídas, yo en las nubes. Al final él jaló del mecate y el paracaídas se abrió.

Los saltos implican dos sensaciones completamente diferentes. La caída libre y, una vez que se abre el paracaídas, la caída controlada. Durante la caída libre, el viento, más rápido que cualquier viento que haya uno sentido nos llena de ímpetu, es difícil de explicar pero es exhilarate. Una vez que se abre el paracaídas uno ya no «cae», sino que «flota». Como la caída es mucho más lenta, uno puede apreciar el paisaje. Ver el gran lago me hizo pensar que iba a acabar nadando. Durante el entrenamiento explicaron cómo «manejar» el paracaídas para caer donde uno debía de caer, pero, nuevamente, durante el entrenamiento yo estaba en las nubes. Alguna clase de instinto me hizo caer más o menos donde debía. Hay que flexionar las rodillas para que el golpe no duela...

Los saltos son caros y los instructores, normalmente no cobran, se conforman con que los dejen saltar gratis. Así de emocionantes son los saltos.

Hay niveles, como en todo, hay niveles. Mi primer salto solo me puso en el nivel uno, de haberlo completado bien me hubieran pasado al nivel dos. Con eso de que nunca jale el mecate, no pasé de nivel. Así son los gringos de exagerados…

Si quieren ver a los profesionales:  http://www.skydiveelsinore.com/
Si quieren ver a su servidor: https://www.youtube.com/watch?v=bYrYHWWACB8 recomiendo avanzar hasta 5:20, antes que eso es pura publicidad.


Comentarios

Entradas populares