La mañana está muy gris

Decir que la mañana está muy gris es un lugar común como pocos. No es la mañana la gris, es el cielo y no es realmente gris sino un azul muy pálido, afuera debe hacer calor, adentro, en la oficina, con ese aire acondicionado de todas las oficinas gringas, hace frío. Un frío muy modesto, no para ponerte a temblar sino para mantenerte despierto.


En la siguiente oficina, el dueño trabaja. Habla mucho por teléfono, discute, muchas veces en inglés, algunas en hebreo, es un judío viejo, de Rumania. Anticomunista furibundo.



El que hace el café todos los días no vino hoy, puede hacer café o bajar a comprar uno, prefiere bajar, salir de la oficina, aunque sean unos minutos.


Al salir del elevador la ve. Alta, delgada, vestido con tres franjas verticales en blanco y en negro,   pelo negro como las zapatillas. La nariz muy levantada. Así debe haber caminado Cleopatra piensa. Piensa en cómo sería tomarle la mano y caminar, presumiendole al mundo. Con eso se conformaría, pedir más, piensa, sería ser avaro. Avaro. Sí. No importa ser avaro, hay que pedir más, hay que pedirla toda, sin el vestido con franjas blancas y negras, sin las zapatillas. Si. Hay que soñar. Hay que soñar.


Otras gentes, cuerpos obesos, recuerda que vive en la tierra de la abundancia, del exceso. Hoy hay una mini feria del libro. Recuerda los libros de su juventud, las hojas en tonos cafés, las pastas con las orillas dobladas. No. Estos libros no son así, son muy sanitados, como todo lo demás, como las fuentes y las esculturas. Sanitado, todo sanitado.


Llega al café. Deli le dicen. El hijo de la dueña se apresura a regresar a su puesto, sonriente, con el inglés perfecto de la segunda generación. Siempre sonriente, Mister le dice, que le puedo ofrecer mister. Recuerda el día que hicieron tacos, los tacos no eran tacos, eran tacos sanitados, fish tacos, tacos de pescado gringos. -Un café. Recibe un vaso de cartón cubierto de algún plástico corrugado que no deja pasar el calor, tres tipos de café, no quiere leer las etiquetas. Toma del primero, resultó tener un poco de canela.  


Regreso lento a la oficina. Algunas gentes sentadas bajo sombrillas sanitadas, otras curioseando libros. La gente le gustaba, siempre sonrientes, siempre amables, ahora no puede dejar de pensar que la mitad votó por un presidente racista. Ya no le gusta la gente. No importa que tan amables sean.


Las fuentes y las esculturas. Algún político logró obligar a que todas las construcciones para negocios en la ciudad pongan una obra de arte antes de abrir. Arte sanitado, como todo lo demás, recuerda a artistas mexicanos, artistas de la pasión, pintores desde el hambre. Los escultores por aquí seguro usan computadoras sanitadas, para arte sanitado.


Vuelta a la silla frente a la ventana, la mañana está muy gris.

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