El día del conejo



Ayer me tocó cenar con un grupo de nuevos amigos mexicanos (y un gringo colado). Como salgo a fumar puros y tengo un vecino que sale a fumar cigarros, pues acabamos platicando y haciendo amistad.

Mi amigo cruzó la frontera a los 14 años, entró al primer año de preparatoria y pidió que le hicieran un examen para pasar directamente al segundo. Es el mexicano típico que viene a este país (no encuentro mejor forma de decirlo) a «partirse la madre».

Fue Chef del mejor restaurante de Brea, «Taps», un «Fish house» durante doce años. Le ofrecieron trabajo de Chef en «La Brea Bakery» en el famoso «Downtown Disney» a dónde se dirige normalmente en bicicleta. Su situación económica todavía no es muy boyante por que su divorcio y la manutención de sus hijos le han costado mucho. Pero esta nota no es sobre mi amigo Sergio, que así se llama, sino sobre los mexicanos detrás de los mejores restaurantes de este país.


Ayer Sergio me invitó a cenar, como nunca ha fumado puros, lo invite primero al bar que frecuento y donde me dan los tragos gratis (gracias a que les hago sus programas). De ahí nos dirigimos a «Taps», donde casi todos lo conocen. Dos de los empleados se sentaron a tomar una cerveza con nosotros.

La conversación, llena de chistes y de albures se centró en la cocina del restaurante en el que estábamos. Todos, absolutamente todos los empleados de la cocina son inmigrantes, unos mexicanos, otros centroamericanos y hasta un chino… Se ve que la convivencia diaria y el trabajo duro les hace ser buenos para la réplica rápida así que un medio albur se convierte en una serie de chistes que me tuvieron a las carcajadas.

Le dice Sergio a su amigo: -Pues cásate con tu novio para que te den papeles… le contesta el amigo: -en esas ando, ya sabes que mi novio es Michael Jordan, porque si uno va a perder, pues tiene que perder con algo que valga la pena.


El amigo de Sergio dijo recordar haberme visto alguna vez en el restaurante. Por la forma en que describió el grupo con el que estaba, seguro se refería al día en que fui con mi compadre, su mujer, y sus dos hijas… Medio irreverente, no podía dejar de decir que las mujeres con las que fui estaban guapísimas (uso otra palabra) y a partir de ahí empezó a decirme suegro… cosas de la amistad entre mexicanos, igual cuando yo me despedí de él, le dije: me saludas a tu hermana, cuñao.

Hubo un poco de inglés mezclado con español en los diálogos, así que me explicaron que el buffet de «Brunch», se da los domingos y en los sábados de días especiales como «Mother’s day», «Father’s day», y «El día del conejo». Me hizo mucha gracia que se refiriera al domingo de pascua como el día del conejo.

Discutieron sobre el menú y criticaron al actual dueño que no está continuando con los altos estándares a los que están acostumbrados, dijeron que ya solo falta que ofrezcan papitas con la orden como en McDonald’s.

Oír a un grupo de mexicanos que alguna vez fueron indocumentados, hablar sobre la alta calidad de la cocina y de cómo mantenerla, me llenó de orgullo. Uno pensaría que por sus orígenes humildes no pueden apreciar comida gourmet y uno se equivocaría. Nuestros paisanos, aparte de «partirse la madre», son inteligentes y capaces de aprender pronto y son el cimiento de las mejores cocinas de este país.
 
No podíamos dejar de mencionar a Trump, el más famoso patán anti-inmigrante. No perdimos mucho tiempo hablando de él, aparte de compartir nuestro total desprecio y nuestro enojo ante sus ataques a la que sigue siendo nuestra patria, aunque sea a la distancia.

Una cena memorable, no solo por las carcajadas sino por el orgullo de convivir con lo mejor que nuestro país ha mandado a esta tierra de gringos.

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