¿Las dos esperanzas o los dos menos peores?

¿Las dos esperanzas o los dos menos peores?

En las democracias parlamentarias, ser buen orador es requisito sine qua non para ser político, no es sorprendente ver discursos muy elocuentes de los primeros ministros del Reino Unido. No sucede lo mismo en las democracias presidenciales como la mexicana.

En el caso de los Estados Unidos, nuestro vecino del norte, hay políticos que manejan el lenguaje con tersura. Oír un discurso de Barack Obama era como oír un poema a la esperanza. Hay otros, como el presente ocupante de la Casa Blanca, cuya popularidad consiste precisamente en lo opuesto, utilizan un lenguaje muy burdo que hace sentir a los menos educados que el que les habla, es uno de ellos. Esa es, si no la principal, una de las principales causas de la popularidad de Donald Trump, habla como un tipo que nunca ha abierto un libro y es entendido por las grandes masas que desafortunadamente tienen el mismo problema.

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El primer debate presidencial del 2018 nos dejó a algunos muy insatisfechos con el discurso de los 5 participantes. Es cierto que Anaya ganó algunos puntos, pero no es el gran orador que algunos quisiéramos ver contender por la presidencia.

Es claro, después del debate, que la contienda presidencial mexicana se reduce a dos aspirantes: el casi inalcanzable Andrés Manuel López Obrador y el claro segundo lugar Ricardo Anaya. El tercer lugar carga con el inmenso descrédito del partido en el poder y del actual presidente, su única posibilidad sería desligarse de la actual administración, pero la actual administración es donde encuentra su único apoyo.

Si por su oratoria fueran juzgados, ninguno de los dos punteros calificaría. Lo único que brindan, de maneras muy diferentes ambos, es la esperanza de cambio.

Anaya es un político hábil. Haber dejado atrás al fracaso del calderonismo y logrado una alianza con el PRD, eterno enemigo del PAN, su partido, habla bien de él. López Obrador ha sobrevivido muchos años y muchos ataques y ha logrado llevar su mensaje a las mayorías que hoy le siguen.

Ambos ofrecen la esperanza, ambos ofrecen el cambio. México no necesita caudillos, necesita hombres honestos que quieran y sepan administrar nuestra riqueza. Cualquiera de los dos puede ser ese hombre. El idealista que hay en mi quiere pensar así.

Los dos, por el otro lado, cargan con problemas. El caudillismo de AMLO y su alianza con las fuerzas más obscuras, Anaya viene de una derecha Panista que no logró mejorar las cosas durante doce años en la silla de los Pinos.
Ninguno de los dos me convenció durante el debate, les hace falta a los dos muchas clases de oratoria para convencer y estimular las emociones que están muy escondidas en el corazón de muchos en nuestra patria.

Al final del debate quedé igual que al principio. Sin saber por quién votar, pero dispuesto a darle el beneficio de la duda a cualquiera de los dos. Con la convicción de que un presidente exitoso hará de México un país exitoso. Espero que sea quien sea el ganador, todos los mexicanos nos unamos en la medida de nuestras fuerzas, para apoyar a quien conduzca nuestros destinos los próximos seis años.

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