Pensilvania

Tengo un grupo de amigos en Veracruz, la CDMX y Colombia. Nos comunicamos muy seguido gracias a la tecnología. Ese asunto que llaman “wats” nos ha acercado mucho.

Esta semana he dado mucha lata con el asunto de Pensilvania, donde hay casos documentados de 301 sacerdotes católicos que abusaron sexualmente de al menos mil menores.

Los detalles dan nauseas:

Un sacerdote obligó a un niño de nueve años a enjuagarse la boca con agua bendita después de abusar de él. Un niño fue obligado a confesar sus pecados al sacerdote que lo había maltratado. Un sacerdote que fue acusado de abuso por tres niños más tarde fue contratado por Disney World luego de recibir una referencia laboral positiva de la iglesia. Un sacerdote violó a una niña de siete años cuando la visitó en el hospital después de que le extirparon las amígdalas. Un niño fue hecho posar desnudo, como Cristo en el crucifijo, mientras los sacerdotes lo fotografiaban. Los sacerdotes le dieron a ese niño una cadena de oro con una cruz para que otros sacerdotes depredadores supieran que había sido abusado. El abuso repetido de un sacerdote dejó a un niño con lesiones duraderas en la espalda. Se volvió adicto a los analgésicos y murió de una sobredosis.

Tan nauseabundas como el abuso son las recomendaciones de cómo tratar las denuncias:

“Primero, asegúrese de usar eufemismos frente a palabras reales para describir agresiones sexuales. Nunca diga violación, sino contacto inapropiados”. “Segundo, no lleve a cabo verdaderas investigaciones” sino “asigne a clérigos a hacer preguntas inadecuadas”. “Tercero, para lograr una apariencia de integridad, envíe a sacerdotes para ‘evaluación’ en centro psiquiátricos de la Iglesia”. “Cuarto, cuando un cura deba ser trasladado, no diga el motivo. Diga a los feligreses que está en ‘baja médica’ o ‘fatiga nerviosa’. O no diga nada’. “Quinto, aunque un sacerdote esté violando a niños, proporcióneles casa y cubra sus gastos”. “Finalmente, y sobre todo, no diga nada a la Policía. El abuso sexual, aunque sin penetración, siempre ha sido un delito. Pero no lo trate de ese modo, sino como un ‘asunto personal’, ‘dentro de casa'”.

Asunto tan serio no debe ser motivo de broma, pero, como somos muy amigos, y ellos son creyentes y yo un ateo irredento, pues los chistes no se pueden evitar. Entre chistes, mis amigos “A” y “J” me dijeron que iban a ir el domingo a misa a pedir por mi alma para que no me condenara. Esta fue mi respuesta:

“Un hombre bueno hará cosas buenas. Un hombre malo hará cosas malas. Pero para que un hombre bueno haga cosas malas hace falta religión”. ¿Se preguntan por qué soy tan anti-religioso? Ahí les va una conversación imaginaria a ver que piensan:
“A”: Oye “J”, ¿supiste que 301 empleados de McDonald’s abusaron de menores?
“J”: ¡Si caray! Y esos son los casos documentados, imagínate cuántos serán en realidad…
“A”: Está cabrón, ¡Pinche McDonald’s!
“J”: Oye “A”, ¿Qué vas a hacer el domingo?
“A”: ¿Qué te parece si vamos a McDonald’s, llevamos a los niños y pedimos porque nuestro cuate Luis deje de ser vegetariano?
“J”: ¿A qué hora paso por ti?

Ya sé que la conversación es absurda y nunca se daría así. Cualquier negocio en el que se reportara el abuso de menores sería inmediatamente repudiado por la sociedad. No es así en el caso de la iglesia. A los que no somos creyentes nos cuesta mucho trabajo entender por qué.

El Papa Francisco, de quien me mandan constantes memes que lo presentan como un hombre de bien, no ha contestado. Su respuesta ante un caso similar en Chile dejó mucho que desear.

Los ateos nos declaramos incompetentes… nuestros gritos de disgusto se pierden ante la fuerza de la fe.


Es responsabilidad de los creyentes el presionar a la Iglesia para que tome medidas serias. Los creyentes, deben exigir que se publiquen las listas de los pedófilos. Me dirán que no todos los curas son pedófilos, que hay hombres de bien bajo muchas sotanas y tendrán razón. Pero volviendo a McDonald’s, aunque muchos empleados fueran hombres de bien, si se probaran casos de 301 abusadores de menores en un solo estado de la unión americana, la respuesta sería contundente.
Los creyentes tienen todo el derecho de creer, pero también tienen, creo yo, el derecho a asistir a un templo que no cobija pedófilos. Tienen derecho a exigir que el mensaje de su Dios no sea empañado por las malas acciones de algunos.
Sabiendo lo que sabemos hoy, dejar a un niño solo en manos de un sacerdote católico debería considerarse abuso. Pueden creer que su sacerdote es un santo, incapaz de hacer daño, pero, ante tanta evidencia, vale más prevenir que lamentar.

Nunca, nunca, deje a su menor solo con un Sacerdote, o con un Entrenador de deportes o con cualquier adulto. Debería ser sentido común. Asegurarse del bienestar de los hijos es nuestra primera obligación, los datos hablan de que al 12% de los sacerdotes en Pensilvania son culpables de abuso. ¿Cuál será el porcentaje en su parroquia? Vale más no exponerse a que sus hijos sean otra estadística.

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