¡Yo te conozco menos!

 Los que leyeron mis corajes de viejo cascarrabias en el consulado, van a decir que soy bipolar si leen las carcajadas que compartí con los funcionarios de la Secretaria de Relaciones Exteriores hoy.


Mi mujer consiguió a cita para toda la familia al primer intento, lo mismo que muchos otros mexicanos que viven por aquí. Tanto ellos como mi mujer entienden mucho más de como funciona la burocracia mexicana que yo.


Como ya les platiqué, a mí me dijeron que hablara a las 7 de la mañana el miércoles, sin saber como se dan las cosas llamé a esa hora en ese día para escuchar que no había citas y que habría citas cuando hubiera citas. Terco que soy, cuando me dijeron que hablara el jueves a las 12 de la mañana pues hable a las 12 de la mañana del jueves con el mismo resultado.


Mi mujer, que sabe más que yo de la idiosincrasia mexicana pues no les llamó a la hora y el día que le dijeron, llamó cuando se le dio la gana (el viernes a las 10 de la mañana) y consiguió citas para toda la familia. Con lo único que batalló fue con los folios que asignan a las citas que tienen 20 dígitos. Ya me imagino el ¿Seis? No, siete.


El día de la cita ahí te van los Cambustón no sin que antes me pidieran mis hijas que me portara bien y no le echara pleito a nadie.


Cada 15 minutos sale un funcionario con la lista de los siguientes ciudadanos que tienen la desgracia de necesitar algún documento. 


Yo quería aprovechar y además del pasaporte, pedir la tarjeta del IFE. Mi hija fue la primera y le dijeron que no había IFE para ella por que su acta de nacimiento era copia y no “original”. Pues ya valió para todos pensé, por que todos tenemos el mismo tipo de acta de nacimiento.


Para sorpresa mía me dijeron que si había IFE para mí porque mi acta era original. Como había prometido no echar bronca pues no dije nada. Mi mujer les dijo que tenía su folio, y el funcionario le dijo que ya no había necesidad. Yo que no me puedo quedar callado y venía de muy buen humor le dije que les había faltado un numerito al folio, el funcionario me dijo riendo que sí,  que tenían veinte dígitos y que si le ponían otro se iban a acabar la tinta.


Ahí te vamos a otra sala donde te tienes que sentar a esperar y luego pararte para esperar más y finalmente sentarte otra vez para esperar.


El procedimiento resultó más o menos simple y rápido para todo mundo excepto para mí (no podría ser de otra forma). El problema es que mi acta de nacimiento no decía en que ayuntamiento había nacido. Pues es Cajeme le dije a la señorita que nomas no me creyó. Siguió buscando y me pasó el acta, yo le dije -Si usted que es joven y guapa no encuentra el ayuntamiento, como cree que yo voy a poder leer una letra tan chica sin lentes, pero no se preocupe, el ayuntamiento es Cajeme.


Hubiera sido fácil si me creyera o si aceptara la información en mi pasaporte viejo que claramente decía CAJEME. Para los que no son de Sonora, Ciudad Obregón es parte del ayuntamiento de Cajeme.


La señorita del escritorio de junto se ofreció a buscar la información en Google. Dijo: -Pues aquí está, es en el segundo juzgado. Y el segundo juzgado está en el ayuntamiento de ¡Hermosillo!


No señorita ya me está mandando para otro lado. ¿Por qué no me creen? ¿A poco alguien les dice el ayuntamiento incorrecto para hacer algún clase de fraude? Como hice las preguntas entre risas pues la señorita me dijo, también en son de burla. -Pues uno nunca sabe. ¿Qué tal si hay un maloso por ahí? Ustedes son burócratas de corazón le dije sin dejar de sonreír y dándome golpes de pecho.


Por algún milagro de la tecnología moderna, encontró en otro lado la información…  ¡Es Cajeme! Dijo en tono triunfante. -Ya ve señorita, uno tiene sus sentimientos y me dejó todo triste por no creerme. Respondió con una sonrisa y me pidió que pusiera mis dedos en una maquinita para tomar mis huellas digitales.


Huellas digitales y foto, me pasa un papel para que confirmara toda la información y le digo -Pues esta vez no estoy tan mal, la última vez salí con los ojos muy abiertos, como espantado, yo creo que el señor que me ayudó debe haber estado muy feo. Le enseñé la foto del pasaporte viejo y ella solo dijo -Pues ahora salió usted muy bien. -Dígame la verdad señorita, salí muy guapo. Ella y la del escritorio de junto que había encontrado a Cajeme en su computadora pues echaron sus risitas.


Sentado, parado, y otra vez sentado. Me llaman para pagar. -Son 75 dólares. ¿Pues cómo señorita, yo pedí uno de 10 años y esos cuestan 150 dólares. Pues sí, me dijo pero los mayores adultos les damos 50% de descuento. -¿Le puedo dar un abrazo?


A mi mujer la atendieron en un escritorio lejano. Me comentó que no le habían dejado echar la sonrisa, le pidieron estar seria para la foto. Yo le platiqué que sólo había pagado 75 dólares. Ella me dijo que había pagado 180. Algo estaba mal, le dije, debiste pagar 150, el doble que yo. Sí, me dijo, pero los 30 son del IFE. Yo había escuchado alguna vez que el IFE es gratis pero, curioso como soy y pensando que mi mujer podría tener razón, fui con la cajera y le dije que no me había cobrado el IFE. El IFE es gratis señor, me dijo. ¿Que pagó mi mujer si le cobraron 180? -Seguro la matrícula consular.


La matrícula consular es una identificación que el gobierno mexicano le extiende a nuestros paisanos indocumentados. Muchos no tienen identificación alguna y es el único documento que les puede dar acceso a algunos servicios, como cuenta de banco, en esta tierra de gringos.


Mi mujer, obviamente no necesitaba la matrícula consular. -Para algo habrá de servir dijo ella, en voz lo suficientemente alta que escuchó un joven que también estaba esperando. -Para nada dijo el joven.


-Treinta dólares dijo mi mujer, pensándolo seriamente. Treinta dólares por un documento que yo no pedí.  


Yo conozco a mi mujer. He vivido con ella más de 30 años y estaba convencido que que le preguntaron si quería la matrícula y ella dijo que sí. Tratando de no meterme en bronca ajena y especialmente recordando que les había prometido a mis hijas (que ya habían salido) portarme bien, no dije nada.


Ahí te va mi mujer. -Señorita, yo no pedí la matrícula, ¿Me puede devolver mis 30 dólares? La cajera sacudió la cabeza negando.


A veces yo hablo antes de pensar, así que dije, en voz lo suficientemente alta para que me escuchara la cajera: -Yo no la conozco señorita, que conste, yo vengo sólo. La cajera, la del escritorio de junto y dos gentes sentadas esperando con nosotros soltaron sonoras carcajadas.


Mi mujer, que a veces no aprecia mi sentido de humor me dijo, también en alta voz -¡Yo te conozco menos! Lo que hizo que nuestro pequeño público multiplicara sus carcajadas.








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