Perdido

Una prima me platicó la historia de su padre que se perdió de regreso a casa el día que se cambiaron a la ciudad de México. Después de todo el día trabajando en la mudanza, la familia salió a sentarse y descansar desde donde vieron pasar al tío 3 veces. Por más que le gritaron, el tío siguió buscando su nueva dirección.

Debe ser de familia. 

Para ir a la tienda que vende frijoles de soya sólo tengo que salir de mi casa, dar a la derecha hasta una avenida, luego a la izquierda y de ahí, después de varios kilómetros, llegar a la tienda… fácil.

El problema es que no salí de mi casa sino de una colonia que seguro tiene nombre pero que yo no recuerdo a donde llevé a un amigo. 

Dos horas después, seguía yo buscando la tienda de los frijoles. Google me llevaba a donde se le daba la gana especialmente por que no hay forma de buscar “la tienda de los frijoles de soya”.

Mexicali no es una ciudad muy amigable para los automovilistas, además de los baches naturales, el gobierno añade baches artificiales que es así como llamo yo a los topes que aparecen de la nada. Muchas calles tienen señales de alto, pero como no los pintan brillantes reflejantes, pues es difícil para un viejo medio ciego como yo poder verlas. Aún con lentes, es muy difícil ver las rayas que dividen las calles, especialmente porque la última vez que las pintaron fue por ahí del final del siglo pasado.

Como las calles hacen curvas, y los altos se dan cada 2 o 3 cuadras, lo que hago es seguir a mi buey. Mi buey es cualquier conductor que lleve mi mismo rumbo. Da un poco a la derecha, ahí voy yo detrás de mi buey, lo mismo que cuando da un poco a la izquierda o cuando se para. Yo detrás haciendo lo mismo.

El problema del día de los frijoles es que google me llevaba por rumbos desiertos. Seguro invadí el otro carril varias veces sin darme cuenta.

Llegue a la tienda un poco antes de que cerraran, compré varias cosas y por poco me olvido de los frijoles de soya. Hubiera sido una tragedia el regresar a casa sin los famosos frijoles.